Y copulan las miradas, estancadas en el techo. Mirando todo y no viendo nada. Es el techo, solo el techo, donde habitan arañas tejiendo su enredadera. Y mis sueños son atrapados por esa ennredadera. La ventana a medio cerrar, es un eco inminente del silencio lo que trata de entrar.
Un abanico, dos abanicos y se oye el bullicio de un aire asfixiante. Y los sueños peleando en la enredadera y las arañas arrancando pedazos de mis sueños. Y gritan, gritan mis sueños, aniquilan mis tímpanos y es un grito intenso, un grito mudo.
Mi mirada plasmada en la bombilla, veo destellos dorados bajar en burbujas. Y un abanico, dos abanicos devuelven las burbujas al barco encallado donde están mis sueños atrapados.
Y las arañas no pueden más, han dejado pedazos de mis sueños a medio cerrar. Y gritan, gritan mis sueños, un grito mudo, un grito tajante como témpanos de hielos. Y no los veo y no los siento.
Mi corazón corre en medio de un estruendo, tratando de alcanzar la línea que divide el mar y el cielo. Y lo veo, lo veo cerca, y lo toco, lo siento frío.
Arden mis manos y la línea de la vida se vuelve opaca. Envejecen mis manos. Mientras mis venas se hacen visibles. Y un abanico, dos abanicos revuelven mi cabello. Y lo veo, lo veo cerca y lo siento, lo siento mío.
Las arañas han desaparecido y los pedazos de mis sueños bajan en una línea vertical de hormigas. Y vuelven, vuelven a mi, donde un abanico, dos abanicos acarician mi espalda.
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